Esta noche he soñado contigo,
ojalá fuera una premonición.
Recorrer de la mano aquella ciudad,
desierta en la madrugada silenciosa,
descubrir las huellas del poeta,
que nos llevó a soñar con ella.
ojalá fuera una premonición.
Recorrer de la mano aquella ciudad,
desierta en la madrugada silenciosa,
descubrir las huellas del poeta,
que nos llevó a soñar con ella.
La catedral, eterna, inacabada,
el parque los dragones dormidos
y de las criaturas mágicas,
la zona de los rascacielos,
y, al fondo, el mar, que nos llama,
con su eterna canción de amantes insomnes.
Nada existe fuera de tu presencia,
el calor de tu cuerpo junto al mío,
ese beso robado en la puerta del hotel,
ese abrazo que parece una segunda piel,
con la huella de tu respiración en mis mejillas,
y mis manos que ansían recorrer tu espalda.
Soñar, de todas formas, no cuesta dinero,
y es en la libertad donde todo comienza,
despedirnos en el umbral de tu habitación,
tan solo me espera el pasillo desierto,
y la cama vacía, separados por un tabique,
pero sabiendo que estás tan cerca.
Pero, minutos más tarde, llamas a mi puerta,
vestida con ese pijama de ositos,
te refugias entre mis brazos, y me besas,
con ganas de traspasar la última frontera,
y nos acogen las sábanas desiertas,
donde los sueños se cumplen...
Bocas que besan el infinito,
labios que recorren y descubren los cuerpos,
manos que acarician, dejando una huella en la piel,
hacer el amor en la madrugada, felices,
de haber destrozado las barreras, la distancia,
el pudor, y todos los miedos y soledades...
Cuando termine este viaje, este sueño,
quizás volveremos a nuestras vidas,
tan lejos, a los mensajes de texto, a las llamadas,
a las cartas semanales, para sentirte cerca,
a la rutina, al sueño, a la tristeza,
pero sabiendo que, durante unos días, hemos vivido.
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