jueves, 23 de febrero de 2023

130. MUJER DE TINTA

 

Tu cuerpo es el mayor pincel
que jamás tuviste entre las manos,
y lo usas como ariete
para romper las paredes que te encierran
en la prisión de plástico y cristal.

Es la hora de la rebelión,
de levantarte en armas,
en memoria de las que ya no pueden hacerlo,
y como aviso para las que siguen
aguantando, aguantando, aguantando...

Eres un poco la portavoz
de quienes han perdido la risa,
y viven entre lágrimas, soportándolo todo,
las palizas, las injurias y los golpes
porque ni recuerdan que son personas.

Pero tú eres fuerte, mujer de tinta,
y te rebelas, y te haces oír,
y lanzas ríos de tinta negra y roja
sobre los maltratadores
y la sociedad que los fomenta.

Donde antes no podía intervenir nadie,
pues las cosas del matrimonio son sagradas,
y el hombre debe disciplinar a su esposa
como nos decían en la época de Franco,
ahora hay personas que luchan.

Que nadie calle tu voz, que esta resuene,
se extienda, estigmatice, señale, acuse,
y que la sociedad reaccione, tome medidas,
para que todo no se reduzca a un estéril,
aséptico y lejano recuento de muertas.

 

129. LAS VOCES DEL VIENTO

 

Tarde de lluvia en Madrid, de otoñal invierno.
Bajo los paraguas, mil humanos se esconden
y caminan, y corren, y sufren, y mienten,
y se mienten a sí mismos sobre sus vidas
tan perfectas y felices en las que no hay tiempo,
ni tan siquiera, para la música, y el viento.

Las notas de un violín desgarran el aire
y lo llenan de armonías y de lamentos,
acordes zíngaros en medio de Montera.
El violinista tiene los ojos medio cerrados
bajo el sombrero y algunas gotas salpican
al fiel compañero, al preciado instrumento.
Medio resguardado por un escueto toldo
recuerda su vida, su pequeño y antiguo pueblo
en los Cárpatos: su familia, su gente, su amada,
todos ellos, arrastrados por el espacio y el tiempo.

Mas ahora, cada vez que repite los viejos acordes
escucha de nuevo, en su corazón, las voces del viento.
Y yo también las escucho y me detengo a su lado,
y también cierro los ojos, y miro al cielo, y sueño,
con noches junto a la hoguera en el claro del bosque;
una mujer baila y dos la acompañan, sus vestidos
de mil colores refulgen por el fuego y hablan
de libertad, de tristeza, y de lamentos al viento.

127. HE BUSCADO

 

He buscado la sabiduría entre las dunas,
en la arena azotada por el mistral,
paseando junto a la orilla
del inclemente mar,
sin respuesta.

He buscado la fortaleza en la piedra,
en las cavernas alejadas del sol,
lejos de todo, de la vida
que bulle en la
superficie.

He buscado la ternura en el viento,
en sus largas caricias sin manos,
en sus besos sin labios,
que te rodean y
te abandonan.

He buscado la alegría en el fuego,
en mil largas noches sin luna
alumbrado por las llamas,
en el rojo, en el naranja,
en el negro.

He buscado compañía entre los almendros,
flores rosas y blancas, por doquier,
entre sus ramas encontré
la virtuosa soledad
del silencio.

He buscado el perdón entre lápidas y nichos,
caminando, vivo entre los muertos,
o tal vez muerto entre los vivos,
descubriendo que la vida
no existe.

He buscado el amor entre clínicas y hospitales,
recorriendo mil habitaciones y pasillos,
bebiendo las lágrimas amargas
de la soledad y de la ira
ante la muerte.

He buscado la risa en los barrancos, en el eco
que suena por mil sitios, con mil voces,
mientras tú vas cayendo
para siempre hacia
la nada.

Pero, al final, he encontrado todas las respuestas
en el lugar donde siempre supe que podría
encontrarlas: en tus ojos, en tus manos,
en tu regazo, en tus labios,
en ti.

128. LA TRAMPA DE TUS OJOS NEGROS

 


Susurras en mi oído tiernas palabras,
me hablas de futuros, de amores,
de sueños, de planes, de realidades,
siento tu cuerpo desnudo, fresco,
pegado a mi espalda y tus manos
traviesas, trazan arabescos en mi pecho.
Intentas que todo sea igual que antes,
que no haya cambios en la vieja rutina,
que se cumplan los tiempos y ritmos
del antiguo y hermoso cortejo amoroso,
incluso has preparado velas aromáticas,
y baño de espuma y música suave...
Pero lo siento, querida, esta noche,
soy yo quien no tiene ganas de nada,
incluso si mi cuerpo te desea, motivado,
no pasa lo mismo con mi alma, con mi mente.
No sigas así, no lo intentes, no puedo,
otros pensamientos nublan mis sueños.

Demasiadas cosas me distraen para caer,
una vez más, en tu dulce juego y no quiero
hundirme en tus inmensos ojos negros,
pues si lo hago, ya no tendré fuerzas, lo sé,
para decirte que ya no te quiero como antes,
y desaparecida la magia, solo queda el cuerpo.
Pues el amor es una planta, y necesita riego,
y poda, y abono, y mimos, y besos, ternuras,
mil cosas, pequeñas y grandes que, en ti,
cariño, ya no encuentro. Y me asfixio, me muero,
de pena, y soledad, estando contigo pero nada
te digo, pues caigo en la trampa de tus ojos negros.
Intentaré acumular fuerzas, para hablar contigo,
otra tarde, otra noche, y decirte lo que siento,
buscaré el modo de avivar las viejas ascuas,
y las palabras que necesito, y los gestos.
Pero será otra noche, pues el agua está caliente,
y las velas iluminan dos amantes en el espejo.


126. DÉJAME SOÑAR

 

Déjame ser el viento en la noche,
susurrar mi nombre en tus oídos
mientras duermes tranquila.

Déjame deslizarme sobre tu piel
sonrosada, tierna, adolescente,
y recorrer tus labios con suspiros.

Déjame besarte en los ojos cerrados,
para que luego sueñes conmigo
y, al despertar, quieras buscarme.
Déjame acariciar tu cuello grácil,
seguir la ruta de la sangre cálida,
tan llena de aquella vida que añoro.

Déjame pensar que todo podría haber
cambiado, ser distinto, ser felices
juntos, tal vez en otro lugar, en otra vida.
Déjame olvidar, sumergido en tu aroma,
todas aquellas cosas que jamás he vivido,
al menos, no contigo, y por eso no cuentan.

Déjame recordar, al menos, aquel instante,
en el cual nuestras almas se cruzaron
a través del tiempo, tú viva y yo muerto.
Déjame vivir a tu lado esta noche, una más,
y tumbarme junto a ti, aunque no me veas,
tal vez sientas el frío de mi cuerpo fantasmal.

Déjame acompañarte entre las sábanas de raso,
perderme en la inmensidad azul de tu cama
y recitar mis versos malditos en tu oído.
Déjame soñar contigo, con noches de luna,
de murmullos y susurros, para que escuches
mi voz, amándote, al otro lado del espejo.

139. LA SOMBRA DE SUS MANOS

Manos que sueñan, que acarician, que besan, observan, bailan, hechizan, flotan en el aire, prometen infinitos... Y ella, ella... No se da ni...