miércoles, 14 de noviembre de 2018

TREINTA Y SEIS

Pasan las horas, los minutos y los días,
y con ellos, disminuye el aprecio,
y entre remordimientos, me hablas
de un futuro donde tú no estás ya.

De finales y principios, de tristeza,
de soledades acompañadas y mansas,
de futuro y de planes, de añoranzas,
todo se va por el sumidero del tiempo.

Pero sigo pensando en ti, bella dama,
en los sueños que no compartimos,
en las realidades que nos separan,
en las vidas que nunca vivimos.

Y escribo amargos versos de tinta,
y me esfumo en el profundo vacío,
mientras en tu foto busco respuestas
a mil preguntas y un desatino.

En blancas letras sobre la nieve escribo
tu bello nombre, con trazos de sangre,
condenado a quererte sin sentido,
por esa soledad de la que huyo sin fe.

Viajar a tu ciudad podría ser la despedida,
el final de un camino tan trillado,
con restos de amor masacrado y frío,
de esperanzas rotas en mil silencios.

Bajo otros cielos buscaré cobijo,
en otros ojos hallaré la calma,
extraños labios besarán los míos,
y no me refugiaré entre tus brazos.

El final o el principio, poco importa,
cual nudo gordiano yace el destino,
mientras recuerdo tu voz y tu sonrisa,
y tu imagen me sonríe desde el móvil.

Y yo, buscando refugio, compañía,
esperanza quizás, un viejo sueño,
como un perro persiguiendo un hueso,
como el náufrago perdido en el mar...

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