He seguido tu rastro por los valles del sueño,
y he ascendido las más altas cumbres de la soledad.
He hablado con Ella, la de los mil nombres,
y le he prometido el alma por estar a tu lado.
y he ascendido las más altas cumbres de la soledad.
He hablado con Ella, la de los mil nombres,
y le he prometido el alma por estar a tu lado.
He dormido junto al león mágico de Narnia,
he viajado con Sir Lancelot en pos del Grial,
he afrontado a las Sirenas con Ulises,
y vencido al Monstruo de Los caballeros de la Tabla Cuadrada.
En todas partes he encontrado tu rastro,
pero en ninguna de ellas conseguí besarte,
tus labios siguen siendo la gran incógnita,
el sabor de tu boca, ese enorme misterio.
Te encuentro, en la umbría del Bosque de San Andrés,
entre las piedras del Paseo de los Tristes,
y en el Patio de los Leones, ellos proclaman tu nombre,
desde el Mirador de San Nicolás veo tu melena pelirroja.
Porque todo me habla de ti, desde las canciones de Marwan,
hasta los peligros de estar cuerda, de Rosa Montero,
sin olvidarnos de Félix García Modroño,
pero también las locas historias de Mathias Malzieu.
Nos unen, ese puente de palabras compartidas,
te encuentro entre las páginas de los libros,
en las extrañas músicas que escucho mientras te escribo,
y los sueños de largas noches de vigilia.
Y te escribo, con tal de sentirte cerca, y al mismo tiempo,
te voy creando, porque vives en mi memoria, protegida,
de la enfermedad, de la soledad, de la tristeza, de ti misma,
y los tristes versos te acompañan cada día...
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