Poemas que se elevan en el viento
y alcanzan los cielos de madrugada.
Palabras que surgen en la punta de los dedos,
y encuentran su camino sobre el teclado.
Personas que regresan en tu peor momento,
y te devuelven un poquito la esperanza y la paz.
Cien poemas nacieron para ella, durante varios años,
muestra de un amor, pero también un desafío,
el poeta frente a la hoja en blanco que se libera,
poco a poco, de su cobardía, y de su tristeza.
Sentimientos que se expresan, con una sonrisa,
como la del payaso con el corazón roto.
Cambia el viento del Norte, la amistad se enfría,
poco importa si por celos o por simple tristeza,
desaparecen las palabras, llega el dolor,
la soledad, la desconfianza, ella desaparece y te percatas
de que ya no eres el mismo, que nunca lo serás,
porque has aprendido tal vez la lección.
Surge una nueva amistad, se complica con el amor,
la gran bola de fuego estalla y todo lo consume,
arrastrando la confianza, el sentimiento se enfría,
la misma capacidad de amar, que no la necesidad,
pero decides dejarlo para otra historia,
que sin duda no es la tuya, no de momento.
La vida te demuestra que hay cosas peores,
que lo importante es la salud, la familia,
y muy detrás vienen los sentimientos.
Desaparecen las palabras, las arrastra la galerna,
y durante más de cinco meses impera el silencio,
las yemas de los dedos ya no arden sobre el teclado.
Te acostumbras a la soledad, te refugias en ellas,
tus amigas las brujitas buenas, escritoras como tú,
soñadoras irredentas, estableces los límites,
o eso intentas, te ilusionas por otras cosas,
sigues viviendo, soñando, descubriéndote,
y por encima de todo, aprendiendo.
Pero la vida, además de ser sabia, es juguetona,
y le encanta desmontar las certezas inquebrantables,
ponerlo todo en su lugar tras unos meses,
cuando surge un problema serio, y allí está ella, cerca pero lejos,
dispuesta a escucharte, a ayudarte, como hacen los amigos;
y luego regresa la hermosa dama, de otra manera....
El corazón ya no late desaforado por ninguna de ellas,
hace tiempo que aprendí a no esperar nada de nadie,
pero... Ellas fueron grandes amigas, fieles y fuertes,
que confundiera los términos fue mi problema,
y ahora, cuando me atenaza el miedo,
no puedo dejar de estar agradecido por tenerlas cerca...