viernes, 20 de febrero de 2015

CUATRO

Esas pequeñas cosas que me hacen soñar...

El olor de tu melena después de la ducha,
el tacto de tu cuerpo bajo mis manos,
la esponja recorriendo tu nívea espalda,
el agua resbalando por tu cuello de garza...

Esos deseos locos que tengo de besarte,
de cuidarte, de arroparte entre los brazos,
de estrecharte fuerte contra mi pecho,
mientras decides si vence risa o llanto...

Los recuerdos imposibles de un viaje anulado,
la Sierra Nevada en la lejanía de tus ojos,
esa mirada cómplice, casi enamorada,
que se pierde en la profundidad de mis pupilas...

Abrazarte, despacito, por la espalda, y notar...
cómo tu cuerpo se va amoldando al mío,
buscando quizás un refugio frente al mundo,
corazón con corazón, alma con alma...

La extraña sensación de estar juntos cada noche,
los dos bajo la misma luna, idénticas estrellas,
mientras lentamente, con las palabras, llega la magia,
y las voces unen lo que los cuerpos separan...

Escucharte cada noche en la madrugada,
y pensar en ti, mi ninfa soñada y descarada,
recordando cada risa, pero también cada llanto,
cuando solo mis palabras te hacían respirar...

Tanto tiempo juntos, mas a la vez, tan poco,
porque nada me parece suficiente si estás lejos,
y daría lo que fuera por desaparecerme aquí
y materializarme de repente a tu lado...

Amigos por encima de todo, sí... pero...
¿Y si la amistad se nos queda pequeña?
¿Qué otros caminos podemos recorrer juntos?
Tal vez solo un rastro de palabras...


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