Seguramente alguna vez...
habrás vivido uno de esos días,
en los que las palabras no expresan bien
demasiados sentimientos, demasiadas emociones...
y te atragantas con ellas, se convierten
en una bola, que no te deja hacer nada:
tragar, respirar, pensar, expresar, llorar...
Y es entonces, cuando buscas una alternativa,
para que puedas expresarte, para protestar
contra la injusticia, para maldecir la soledad,
cuando se produce el cambio...
Porque rebuscas, en lo más hondo de ti,
Y descubres que anida un hombre de tinta,
que tus sentimientos solamente pueden
encontrar su camino con la tinta, pues
ella es la sangre que los alimenta...
Y caprichosos, los sentimientos reprimidos,
las emociones inexpresadas, por inconvenientes,
otras exterminadas en tu corazón, se escapan
de tus poros, fluyen de tus manos, y crean,
sobre el teclado, caprichosas formas,
precarios versos, fantasmagorías e ilusiones,
que poco a poco, van dando forma a un texto...
Y tu mente fluye, creando un mensaje...
Y la tensión se desvanece, lentamente...
Y te vuelves un hombre de tinta...
Y te das cuenta, de que nunca, antes,
te has sentido más libre...