Como
las lágrimas desprendidas de tus ojos
mis
manos vuelan a tu encuentro, ingrávidas,
atravesando
el espacio y el tiempo,
para
aportarte el magro consuelo
de
los viejos amantes despechados.
Hace
ya varios años que empezó el sueño,
primero
un juego, luego un lamento,
ahora
quién sabe qué extraño movimiento
nos
hizo encontrarnos al otro lado
de
la pantalla, del mundo, de la realidad,
bastaron
unas cuantas conversaciones,
por
la tarde, por teléfono, unos atardeceres,
nuestras
vidas se fueron ligando,
como
en un trasnochado cuento de hadas…
Desaparecieron
las palabras,
llegaron
los silencios, pero seguimos adelante,
como
burros con anteojeras, como esclavos
de
la nada y del viento, y ahora,
nada
existe más allá de tus lágrimas,
de
tu voz en el teléfono, de mis versos,
de
tantos recuerdos reales o imaginados,
de
los libros que compartimos a distancia,
de
las películas que nos enseñaron
que
todo era posible, para los amantes.
Y
te sigo lanzando besos al viento,
envueltos
en versos, entre mil silencios,
y
te sorprendo con pequeños regalos,
siempre
pendiente, siempre presente,
siempre
a tu lado en la cruel distancia,
envolviéndote
en un protector capullo
como
la ninfa o crisálida que nacerá
a
su debido momento, entre mis brazos,
cuando
de tus labios recolecte el primer beso.
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