Entre tus silencios y
mis tristezas quedan pequeños caminos
que va llenando la
soledad y labrando la indiferencia,
convirtiéndose en
minúsculas barreras
que poco a poco nos van
separando,
como una hormiga
hacendosa en busca de su nuevo nido.
Y tú no te das cuenta
de lo que pasa, das por hecho
mi amor incondicional,
como si fuera eterno,
pero hasta el aire
quiere correspondencia.
Y por eso me siento
solo, y me quejo,
te mando mensajes que
ignoras cortésmente
desde tu sagrada
altivez, y me siento
como el cachorrito que
pide mimos de su ama,
y no me gusta, mi
hermosa dama.
Que necesito quererte
es algo que tengo
a estas alturas, muy
asumido, como tu cariño;
pero sin embargo, en
ocasiones, necesito más,
una palabra amable, un
beso al viento,
una lágrima quizás, el
sonido de tu risa,
la caricia de tu voz al
otro lado del teléfono…
Pequeñas acciones,
diminutas muestras
de tu interés, de tu
afecto, de tu amor,
porque algunas noches,
como en esta,
la soledad se vuelve
demasiado fuerte,
y las palabras nacen
sin pensar,
y trazan pequeñas
verdades incómodas
sobre el negro teclado…
Pequeños mensajes que
piden socorro,
cuando el peso de la
realidad es demasiado,
cuando la soledad
oprime más que de costumbre,
y los pequeños
castillos de palabras,
de papel y de tinta,
empiezan a derrumbarse…
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