viernes, 8 de febrero de 2019

93. EN LA ENCRUCIJADA



Entre tus silencios y mis tristezas quedan pequeños caminos
que va llenando la soledad y labrando la indiferencia,
convirtiéndose en minúsculas barreras
que poco a poco nos van separando,
como una hormiga hacendosa en busca de su nuevo nido.

Y tú no te das cuenta de lo que pasa, das por hecho
mi amor incondicional, como si fuera eterno,
pero hasta el aire quiere correspondencia.

Y por eso me siento solo, y me quejo,
te mando mensajes que ignoras cortésmente
desde tu sagrada altivez, y me siento
como el cachorrito que pide mimos de su ama,
y no me gusta, mi hermosa dama.

Que necesito quererte es algo que tengo
a estas alturas, muy asumido, como tu cariño;
pero sin embargo, en ocasiones, necesito más,
una palabra amable, un beso al viento,
una lágrima quizás, el sonido de tu risa,
la caricia de tu voz al otro lado del teléfono…

Pequeñas acciones, diminutas muestras
de tu interés, de tu afecto, de tu amor,
porque algunas noches, como en esta,
la soledad se vuelve demasiado fuerte,
y las palabras nacen sin pensar,
y trazan pequeñas verdades incómodas
sobre el negro teclado…

Pequeños mensajes que piden socorro,
cuando el peso de la realidad es demasiado,
cuando la soledad oprime más que de costumbre,
y los pequeños castillos de palabras,
de papel y de tinta, empiezan a derrumbarse…



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