Y siguen pasando los días
plagados de tus silencios,
esa ausencia llena de presagios,
esos dolores que van naciendo,
cuando ni lees los mensajes,
y olvido el sonido de tu voz;
y tus letras no llenan la pantalla;
y tan solo me queda el vacío.
Pero yo no me rindo, y lo sabes,
y sigo creando telarañas de versos,
para que cuando las leas sepas
hasta qué punto te quiero.
Me resulta un poco extraño
escribirte a través del tiempo,
cien poemas nada menos,
todo un libro para tus ojos.
Poemas que tendrás que leer
lentamente y a sorbitos,
porque en ellos te voy desvelando
todo lo que amo, sueño y pienso.
Y tú, en la distancia, en el silencio,
eres a la vez la musa inefable
y la mujer amada, la amiga,
que un buen día se lanzó
a intercambiar el primer saludo.
Aquí me tienes, años más tarde,
enamorado como un adolescente,
pero con las heridas del perro viejo,
escribiéndote versos de madrugada,
a la luz de las velas, y con incienso,
como si fuera el principio
de un libro de bellos cuentos...
Salvo que son versos los que nos unen,
y las palabras se elevan en el viento,
y te buscan en la distancia,
y te rodean mientras las lees,
reposando quizás el libro en tu pecho,
antes de llevártelo a los labios,
en un extraño y mágico beso...
... al final, regreso a la poesía... aunque no sea demasiado buena... aunque a veces me parezca incluso un poco falsa... porque me quedé enganchado en las marañas de la prosa... pero sobre todo, porque disfruto escribiendo poesía... y compartiéndola contigo...
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