Tu
cuerpo es el lienzo del que nacen mis versos,
extensión de piel suave y tersa, que me llama...
Estando contigo, sueño con irme, para después,
satisfecha la ausencia, perderme... y encontrarme...
Tus ojos permanecen cerrados, dos profundos,
insondables agujeros negros, que me roban...
la cordura... la fe... el alma... la esperanza...
Y por eso, prefiero verte así, en nuestra cama,
de sábanas de raso color cava... esperándome...
Abres los ojos, me sonríes, y tus pícaros labios
me hablan de sensaciones desconocidas, únicas,
deseos satisfechos sin límites de duda y pudor...
Y yo te sigo mirando... estremeciéndome...
por dentro, por el oscuro deseo que me corroe...
En tu altiva desnudez, encarnas tantas mujeres,
que vi al pasar alguna vez, y salieron de mi vida...
Mirarte... solo un minuto más... memorizarte...
cada una de las curvas de tu hermoso cuerpo...
Perezosa, te estiras sobre las sábanas, felina,
ágil incluso en reposo, y me das la espalda...
Y sigo contando las constelaciones de lunares,
que salpican tus brazos de diosa y hechicera...
extensión de piel suave y tersa, que me llama...
Estando contigo, sueño con irme, para después,
satisfecha la ausencia, perderme... y encontrarme...
Tus ojos permanecen cerrados, dos profundos,
insondables agujeros negros, que me roban...
la cordura... la fe... el alma... la esperanza...
Y por eso, prefiero verte así, en nuestra cama,
de sábanas de raso color cava... esperándome...
Abres los ojos, me sonríes, y tus pícaros labios
me hablan de sensaciones desconocidas, únicas,
deseos satisfechos sin límites de duda y pudor...
Y yo te sigo mirando... estremeciéndome...
por dentro, por el oscuro deseo que me corroe...
En tu altiva desnudez, encarnas tantas mujeres,
que vi al pasar alguna vez, y salieron de mi vida...
Mirarte... solo un minuto más... memorizarte...
cada una de las curvas de tu hermoso cuerpo...
Perezosa, te estiras sobre las sábanas, felina,
ágil incluso en reposo, y me das la espalda...
Y sigo contando las constelaciones de lunares,
que salpican tus brazos de diosa y hechicera...
Me
quedo quieta un momento, mirándote...
y después, tomo una rosa de tallo largo,
roja como el vino, sin hojas ni espinas...
y la utilizo para recorrer cada centímetro,
primero de tu espalda, luego de tu pecho...
y naufrago en el valle entre tus senos...
y en aquél momento, enlazas mi nuca
con tus manos, y me atraes hacia ti...
El mundo no existe para los amantes,
que trascienden las fronteras de sus cuerpos,
y eso nosotras lo sabemos muy bien, mientras,
perezosas, nos abandonamos a la tierna, dulce,
y posesiva lujuria lejos del mundo, protegidas,
del tiempo y del espacio, de soledad y tristeza,
por el suave óvalo de nuestros brazos amantes,
de nuestras piernas suavemente entrelazadas...
y después, tomo una rosa de tallo largo,
roja como el vino, sin hojas ni espinas...
y la utilizo para recorrer cada centímetro,
primero de tu espalda, luego de tu pecho...
y naufrago en el valle entre tus senos...
y en aquél momento, enlazas mi nuca
con tus manos, y me atraes hacia ti...
El mundo no existe para los amantes,
que trascienden las fronteras de sus cuerpos,
y eso nosotras lo sabemos muy bien, mientras,
perezosas, nos abandonamos a la tierna, dulce,
y posesiva lujuria lejos del mundo, protegidas,
del tiempo y del espacio, de soledad y tristeza,
por el suave óvalo de nuestros brazos amantes,
de nuestras piernas suavemente entrelazadas...
Y yo sigo escribiendo versos de amor y muerte,
sobre el lienzo de tu cuerpo, y tus caricias, y besos,
escribe mi alma sueños de futuros perfectos,
de presentes continuos y de imposibles ausencias...
puesto que no concibo la vida lejos de ti, amor...
sin haberte conocido, una lluviosa tarde de abril...
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