Me
giro, en el último momento, al final de todo...
del largo y esquivo camino que recorrimos juntos,
de todas las ilusiones que hemos dividido al irnos...
de miles de palabras que jamás pronunciamos...
de las pequeñas cosas de la vida nos separaron...
Y te veo, erguida, pero con el corazón desgarrado,
toda apariencia, cuando por dentro, tiemblas,
igual que yo, amor, pero eres tan orgullosa,
tú no lloras, ni sientes, ni padeces, ni te expresas...
y fue tu frialdad la que me terminó hartando...
Quizás para mantener el control, preciado legado,
por conservar la fe en ti misma, me has borrado,
de tu mundo, de tu vida, porque mi risa te distraía,
porque mis caricias te sorprendían, y mi perfume,
evocaba en ti otros amores... de otros tiempos...
Un buen día, comprendí que yo era, como mucho,
un "complemento de objeto directo" en tu vida,
pero que podías cambiarme por otros elementos,
sustantivos, pronombres, adverbios tal vez...
y que, en el fondo, no me amabas ni necesitabas...
Yo era, por lo tanto, el "mal menor", que servía
para mantener lejos a tu peor y feroz enemiga...
la Soledad... y por eso me marcabas límites,
pautas, territorios, momentos y complejos rituales,
para no quedarte solo con tu triste vida...
Pero me cansé... de estar por detrás de tus amores,
la música, la literatura, la escritura, conducir...
¡Incluso el gato, que por cierto, es mío, lo ponías
por delante de mí entre tus prioridades vitales!
Y decidí que se había acabado entre los dos...
Y te quedas allí, parada, con la mochila,
cargada de mil sueños y dislates, a los pies...
y yo me voy, altiva, y me despido de ti...
con un último beso lanzado al viento...
y no imaginas cuanta pena me das...
del largo y esquivo camino que recorrimos juntos,
de todas las ilusiones que hemos dividido al irnos...
de miles de palabras que jamás pronunciamos...
de las pequeñas cosas de la vida nos separaron...
Y te veo, erguida, pero con el corazón desgarrado,
toda apariencia, cuando por dentro, tiemblas,
igual que yo, amor, pero eres tan orgullosa,
tú no lloras, ni sientes, ni padeces, ni te expresas...
y fue tu frialdad la que me terminó hartando...
Quizás para mantener el control, preciado legado,
por conservar la fe en ti misma, me has borrado,
de tu mundo, de tu vida, porque mi risa te distraía,
porque mis caricias te sorprendían, y mi perfume,
evocaba en ti otros amores... de otros tiempos...
Un buen día, comprendí que yo era, como mucho,
un "complemento de objeto directo" en tu vida,
pero que podías cambiarme por otros elementos,
sustantivos, pronombres, adverbios tal vez...
y que, en el fondo, no me amabas ni necesitabas...
Yo era, por lo tanto, el "mal menor", que servía
para mantener lejos a tu peor y feroz enemiga...
la Soledad... y por eso me marcabas límites,
pautas, territorios, momentos y complejos rituales,
para no quedarte solo con tu triste vida...
Pero me cansé... de estar por detrás de tus amores,
la música, la literatura, la escritura, conducir...
¡Incluso el gato, que por cierto, es mío, lo ponías
por delante de mí entre tus prioridades vitales!
Y decidí que se había acabado entre los dos...
Y te quedas allí, parada, con la mochila,
cargada de mil sueños y dislates, a los pies...
y yo me voy, altiva, y me despido de ti...
con un último beso lanzado al viento...
y no imaginas cuanta pena me das...
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