Érase una vez un poeta
que se cansó de los sueños,
de no vivirlos plenamente,
y decidió ir a buscar
a su musa de carne y sangre...
Lo sé, porque yo asistí
al mítico encuentro...
Los dos nerviosos
como adolescentes
en su primera cita...
Los dos vestidos de gala,
traje de chaqueta para él,
y lo mismo para ella...
Ambos con camisa rosa...
Era una fría tarde de otoño,
se citaron en la Puerta del Sol,
pero estaba lloviendo,
y los paraguas de ambos
dificultaron el apretón de manos,
el abrazo, y el primer beso,
en las mejillas...
Aunque ambos se estaban muriendo
por probar los labios del otro,
al principio no se atrevieron.
Un céntrico café,
manos que se rozan,
miradas que acarician,
almas que suspiran...
Hablaron, durante horas,
acompañados por las palabras,
de nuevos y viejos sentimientos,
de almas que se encuentran,
de mil y un versos,
ambos son románticos...
Y llega el primer beso...
Dos mundos que se encuentran,
dos cuerpos que se buscan,
las manos que se rozan,
se completa un universo,
un paseo bajo la lluvia,
para ambos un comienzo...
para los dos un viejo sueño...
Lo sé... porque estuve allí...
porque yo era él...
y esta vez no fue un sueño:
pude vivirlo, probar sus labios,
abrazar su menudo cuerpo,
hundirme en sus ojos marrones,
ver su negra melena al viento...
Y me sentí vivo de nuevo...
... al final, regreso a la poesía... aunque no sea demasiado buena... aunque a veces me parezca incluso un poco falsa... porque me quedé enganchado en las marañas de la prosa... pero sobre todo, porque disfruto escribiendo poesía... y compartiéndola contigo...
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