lunes, 18 de junio de 2012

LA PARADOJA DE LA LIBERTAD

Hoy me he despertado con el extraño
regusto a cenizas en la boca, amargo,
como el despertar en una pesadilla,
y con aquella familiar garra de acero
apretándome el corazón con fuerza...
que ni con la respiración desaparece...

He mirado a mi alrededor, despacio,
como en un túnel de agua, y todo
parecía estar en su sitio... incluso yo.
He cumplido con la rutina de un día festivo,
las costumbres y tradiciones inmemoriales...
sucumbir al abrazo de las sábanas, dormitar...

Y todo seguía en su sitio, mi mujer, el gato,
el jardín, los pájaros, los árboles, la hierba,
y sin embargo, según pasaban las horas,
la sensación de extrañeza, de opresión,
aumentaba hasta ser físicamente dolorosa...
y entonces he comprendido la verdad...

Que el problema, el origen, anida en mí...
Que son los actos fallidos los que más duelen...
Que las palabras no pronunciadas tienen peso...
Que durante algunas horas puedo ser más libre...
Que puedo dominar el espacio y el tiempo... y...
Que en el fondo, eso es lo que me da miedo...

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