La rosa se marchita, lentamente, agonizando,
por falta de alimento, de riego, de amor y calor,
y recuerda, con gran tristeza, tiempos muy lejanos,
de ternura, de inocencia, de sueños, de mimos,
y no entiende cómo tantas cosas hermosas
han dado lugar a esta fría, horrenda, indiferencia,
a sentirse como dos extraños en el ascensor,
que se saludan por rutina y cortesía, y nada más...
Nada queda ya de los descubrimientos y conquistas,
las nuevas sensaciones, las dulces caricias y besos,
de esa impresión de haber renunciado al "yo" por
el "nosotros", los verbos se conjugan en plural,
el tiempo no tiene sentido cuando están separados,
cada minuto en sus brazos se vuelve eterno,
y el único lenguaje válido... es el de los besos,
mientras los ojos se van cerrando... en silencio...
La rosa como metáfora del amor en una pareja...
Un poco cursi, tal vez, pero una hermosa y sencilla,
forma de expresar los sentimientos, las emociones,
cuando a veces incluso la voz antes amada se convierte
en poco más que viento, en ruido, en estéril murmullo,
en vez de revivir el corazón y darte alas para soñar...
y los besos casi desaparecen, y las caricias menguan,
y ni los cuerpos comparten aquél lenguaje secreto...
Casi siempre sucede lo mismo, uno de los dos despierta
del marasmo de la rutina, de los gestos estériles,
de los sueños rotos, del no mirar ya en la misma dirección,
del resurgir del "yo" y del "tú" usados como arma
frente al "nosotros", y no confluyen tampoco los gestos
y los espacios vacíos se llenan de estériles silencios,
y las palabras agonizan antes de ser pronunciadas,
por miedo a decir algo que sea malinterpretado...
No permitas que vuestra rosa se marchite, amigo,
intenta como sea recobrar la ilusión y las fuerzas,
aunque sea un postrero intento por los viejos tiempos,
por los meses y los años compartidos, por la magia,
por los recuerdos, por cada abrazo, caricia o beso,
y llora si hace falta, y planea un escenario, y habla,
pues hay una cosa que no debes nunca olvidar:
que no estás solo en la batalla por revivir la rosa...
por falta de alimento, de riego, de amor y calor,
y recuerda, con gran tristeza, tiempos muy lejanos,
de ternura, de inocencia, de sueños, de mimos,
y no entiende cómo tantas cosas hermosas
han dado lugar a esta fría, horrenda, indiferencia,
a sentirse como dos extraños en el ascensor,
que se saludan por rutina y cortesía, y nada más...
Nada queda ya de los descubrimientos y conquistas,
las nuevas sensaciones, las dulces caricias y besos,
de esa impresión de haber renunciado al "yo" por
el "nosotros", los verbos se conjugan en plural,
el tiempo no tiene sentido cuando están separados,
cada minuto en sus brazos se vuelve eterno,
y el único lenguaje válido... es el de los besos,
mientras los ojos se van cerrando... en silencio...
La rosa como metáfora del amor en una pareja...
Un poco cursi, tal vez, pero una hermosa y sencilla,
forma de expresar los sentimientos, las emociones,
cuando a veces incluso la voz antes amada se convierte
en poco más que viento, en ruido, en estéril murmullo,
en vez de revivir el corazón y darte alas para soñar...
y los besos casi desaparecen, y las caricias menguan,
y ni los cuerpos comparten aquél lenguaje secreto...
Casi siempre sucede lo mismo, uno de los dos despierta
del marasmo de la rutina, de los gestos estériles,
de los sueños rotos, del no mirar ya en la misma dirección,
del resurgir del "yo" y del "tú" usados como arma
frente al "nosotros", y no confluyen tampoco los gestos
y los espacios vacíos se llenan de estériles silencios,
y las palabras agonizan antes de ser pronunciadas,
por miedo a decir algo que sea malinterpretado...
No permitas que vuestra rosa se marchite, amigo,
intenta como sea recobrar la ilusión y las fuerzas,
aunque sea un postrero intento por los viejos tiempos,
por los meses y los años compartidos, por la magia,
por los recuerdos, por cada abrazo, caricia o beso,
y llora si hace falta, y planea un escenario, y habla,
pues hay una cosa que no debes nunca olvidar:
que no estás solo en la batalla por revivir la rosa...
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