Nunca me han gustado los lunes,
nefastos días impregnados de nostalgia,
de soledad sorda, de regreso a la rutina,
cuando se impone volver del todo a la nada...
o quizás de la nada al todo,
de la ausencia a la presencia,
o la simple permanencia, lejos del sol,
de la luz, de la vida, de la calma...
nefastos días impregnados de nostalgia,
de soledad sorda, de regreso a la rutina,
cuando se impone volver del todo a la nada...
o quizás de la nada al todo,
de la ausencia a la presencia,
o la simple permanencia, lejos del sol,
de la luz, de la vida, de la calma...
Primer lunes del año, día gris de lluvia,
de niebla, de frío, de brumas y llantos...
Con los sentidos parcialmente embotados
por el dolor de cabeza, garganta y oídos,
me arrastro hacia el atardecer, deseando
que termine la jornada, quitarme el disfraz,
y ser yo mismo, con las zapatillas de felpa,
el forro polar, y la silenciosa compañía de mi gato...
Lunes de leve llanto, cuando la grisura exterior
corre pareja con la que consume tus entrañas,
cuando la mejor alternativa es el silencio,
pues realmente de quien más lejos estás,
es justamente la persona cuyo nombre
susurra el viento entre los olmos y los sauces,
y cuya imagen, momento congelado por siempre,
repiten los confines de mi encierro...
Comienzas el año, y en el fondo, sabes muy bien
que nada cambia, que en vez de un nueve es un diez,
pero el trabajo sigue siendo el mismo marasmo
de soledad hermosamente acompañada, de hastío,
y tú tampoco cambias, sigues siendo el mismo,
con tus alegrías y tus penas, tus múltiples manías,
tus dudas y tus certezas, tus ogros y princesas,
tus ternuras, tus grisuras, y tus sueños...
Lunes de leve llanto, que atenazan tu garganta,
con los recuerdos a flor de piel, de los ausentes,
las lejanas voces de dos muertos, que te abandonaron
mi abuelo un lunes de verano, mi padre otro de invierno,
mas de aquellas voces, tan queridas, tan presentes,
de ellos ya poco te queda, ni la sombra de un recuerdo,
fotos mudas, algo de ropa, libros, discos, catálogos...
Maldita muerte... ¿por qué nos robas la voz de los muertos?
de niebla, de frío, de brumas y llantos...
Con los sentidos parcialmente embotados
por el dolor de cabeza, garganta y oídos,
me arrastro hacia el atardecer, deseando
que termine la jornada, quitarme el disfraz,
y ser yo mismo, con las zapatillas de felpa,
el forro polar, y la silenciosa compañía de mi gato...
Lunes de leve llanto, cuando la grisura exterior
corre pareja con la que consume tus entrañas,
cuando la mejor alternativa es el silencio,
pues realmente de quien más lejos estás,
es justamente la persona cuyo nombre
susurra el viento entre los olmos y los sauces,
y cuya imagen, momento congelado por siempre,
repiten los confines de mi encierro...
Comienzas el año, y en el fondo, sabes muy bien
que nada cambia, que en vez de un nueve es un diez,
pero el trabajo sigue siendo el mismo marasmo
de soledad hermosamente acompañada, de hastío,
y tú tampoco cambias, sigues siendo el mismo,
con tus alegrías y tus penas, tus múltiples manías,
tus dudas y tus certezas, tus ogros y princesas,
tus ternuras, tus grisuras, y tus sueños...
Lunes de leve llanto, que atenazan tu garganta,
con los recuerdos a flor de piel, de los ausentes,
las lejanas voces de dos muertos, que te abandonaron
mi abuelo un lunes de verano, mi padre otro de invierno,
mas de aquellas voces, tan queridas, tan presentes,
de ellos ya poco te queda, ni la sombra de un recuerdo,
fotos mudas, algo de ropa, libros, discos, catálogos...
Maldita muerte... ¿por qué nos robas la voz de los muertos?
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