sábado, 16 de junio de 2012

Y TE FUISTE...


Como barcos que se cruzan en la noche,
sin rumbo se mueven nuestras vidas,
sorda sinfonía de sentimientos sin besos,
de caricias sin manos y abrazos sin cuerpo,
busco tu recuerdo en los escollos de mi pasado,
y quisiera traerte a mi presente, mas no puedo...

Terminaron, entonces, para siempre,
las noches de insomnio, mirando fijamente
a la nada, contando los rayos luminosos
que irrumpen sin piedad en el dormitorio,
y me recuerdan que tu lado de la cama
está vacío, desolado, roto como mi alma...

Atrás quedaron demasiados recuerdos,
demasiados sueños rotos, sentimientos,
encuentros y desencuentros, llantos,
huellas de lágrimas en la almohada,
y sobre todo... soledades... vacíos...
ausencias... y retumbantes silencios...

Cuando surgen las palabras, expresando,
al menos parcialmente lo que en verdad
piensas pero no dices, queda esperanza.
Incluso cuando se convierten en gritos,
en acusaciones entrecruzadas, furiosas...

Pero cuando llega el silencio, es el fin...
El silencio, molesto, incómodo, pétreo,
usado como arma de doble filo, acerada,
que todo envenena, cada gesto y mirada,
que te destroza por dentro y por fuera,
al mirarte, sin verte, sin que me importe
ni siquiera lo que tú sientas o padezcas...

El silencio, asesino implacable y discreto,
ejecuta limpiamente cualquier resto
de sentimiento, y de repente no hay nada,
ni caricias, ni besos, ni roces, ni gestos,
y tu lado de la cama se queda tan vacío...
que no perdura ni el olor de tu recuerdo...

Mañana, cambiaré por fin las sábanas,
borrando el sutil aroma de tu cuerpo,
cambiaré los albornoces y las toallas,
impregnadas del olor a jabón y colonia,
lavaré mantel y servilletas menos una,
la marcada por el carmín de tus labios...

Y asumiré, espero, que te has ido de verdad,
que no hay retorno posible... que no estás...
Al vaciar tu armario, y regalar tu ropa al asilo,
y cribar tus libros, y quemar las cartas,
admitiré, por fin, tu muerte, lamentando
no haber compartido un último beso...

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