¿Cuántas veces tu voz ha sido mi faro,
mi única referencia entre las sombras?
Y tú, casi sin saberlo, te convertías
en mi único nexo con la realidad, con la vida,
en la barrera frente a las sombras
de la tristeza, la soledad, la melancolía.
Y cada noche, durante muchos meses,
esperaba tu llamada, al filo de la cena,
y mi madre se enfadaba mucho
porque se enfriaba la sopa de cocido,
la tortilla de patatas o el filete de pollo.
Pero yo sabía que durante esa media hora
iba a ser lo bastante feliz para recuperarme,
para coger las fuerzas y hacerle frente
a todo, a la realidad, al trabajo, a la vida.
Tú me salvabas de mil enemigos,
los peores de todos, la tristeza y la rutina,
con ese acentillo granadino tan majo,
con tu forma peculiar de pronunciar
las eses y las zetas, con tus carcajadas,
con los pequeños detalles de tu vida,
esas cosas que me hacían sentirte
a mi lado a pesar de la distancia.
Fueron buenos tiempos, y sin embargo,
de tan cotidianos, casi no los valoré.
Pero ahora, que se ha impuesto el silencio,
y que lo único que recibo son mensajes
de texto y alguna que otra grabación,
y que en tu interior anida la tristeza,
daría casi cualquier cosa por estar,
una vez más, escuchando tu voz,
en este momento, mientras se enfría,
en la mesa, un plato de croquetas...
... al final, regreso a la poesía... aunque no sea demasiado buena... aunque a veces me parezca incluso un poco falsa... porque me quedé enganchado en las marañas de la prosa... pero sobre todo, porque disfruto escribiendo poesía... y compartiéndola contigo...
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