martes, 1 de enero de 2019

CUARENTA Y TRES

Soñándote...
A veces, es la única forma que tengo de amarte,
incluso en la distancia, a pesar del tiempo,
del espacio, del qué dirán, de ti misma incluso.
Porque al dormir, soy libre, incluso de mis miedos.

Soñándote...
Te persigo, como el amigo fiel o el dulce perrito,
que rastrea incluso tus lágrimas, o tus ataques
de oscura tristeza, y con mis palabras
tejo mundos brillantes e inversos...

Soñándote...
Doy rienda suelta a mis deseos, a mis ansias,
y logro despertarte, con la punta de mis dedos,
recorriendo tu cuerpo en incruenta ceremonia,
con aceites esenciales y un poquito de incienso...

Soñándote...
Convertida al mismo tiempo en altar y en ara,
en principio y final, prolongación de mi cuerpo,
una leve gota de aceite resbala desde tu seno,
y mi lengua la persigue, juguetona, por tu piel.

Soñándote...
Dos cuerpos que se unen en danza implacable,
curvas y rectas que se amoldan, descubriendo,
mil y un pequeños recovecos, con los labios,
con los dedos, piel contra piel, alma con alma.

Soñándote...
Soy por fin libre, y vuelo a tu lado, en la noche,
y tú me sonríes en la distancia, te sonrojas,
nunca te gustó hablar mucho de sentimientos,
ni tampoco valoras tu níveo cuerpo...

Soñándote...
Te hago mía, y al mismo tiempo me entrego,
te busco, me busco, te encuentro, te poseo,
entre caricias y besos, entre quieros y puedos,
y por eso al final triste y solo me despierto...

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