domingo, 6 de enero de 2019

CINCUENTA Y CUATRO

Soñándote, ¿qué opción me queda?
Cuando desaparecen las palabras
por el sumidero de los malos momentos,
y la salvación se convierte apenas
en un espejismo de otros tiempos;
cuando los silencios imperan,
castigando mis oídos yermos;
cuando las letras en diferido
no bastan para transmitir mis afectos;
y si tu ausencia me duele
con la música disonante del corazón...

Los sueños se convierten en lenguaje,
en momentos de libertad compartida,
y en ellos soy feliz y libre
de acariciar tus crespos cabellos,
de besar tus mejillas y tus labios,
de recorrer con los dedos tu cuello.
En mis sueños dejamos atrás las barreras,
de nuestras almas, incluso de los cuerpos,

y alcanzamos esa comunión extrema
dos viajeros encontrándose en el tiempo,
cuando todo es más sencillo,
antes incluso de habernos conocido,
de habernos amado, de habernos perdido.

Soñándote soy feliz y libre, como un viajero
que atraviesa los mares hasta el puerto,
como el galeón o la corbeta pirata,
llena de tesoros sin cuento, de sangre,
de pólvora, de arena de mil islas.

Soñandote, en el fondo, es cuando vivo...

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